Miguel salió sobre las ocho y media de Ribadiso, casi sin frenos, ya que las zapatas de la bici estaban totalmente pulidas, casi sin dinero (80 centimos) pero con la moral por las nubes. LLegó a Santiago sobre la una y media de la tarde. Allí lo encontré yo, bajo unos soportales, en este deplorable estado (jajajajaja):
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